¿Sospechas que tienes Lipedema?
Llegar al diagnóstico del lipedema no es tarea fácil, eso es un hecho. Lo cierto es que el total desconocimiento de esta enfermedad por parte de un buen número de profesionales de la salud provoca que las mujeres afectadas tengan que afrontar no solo un problema de salud grave si no, además, la dificultad añadida de poder lograr un diagnóstico que explique eso que saben que llevan años padeciendo y para lo que aún no han encontrado un nombre.
De hecho, la historia común de la mayoría de mujeres que padecen lipedema es un auténtico calvario de peregrinación por los consultorios y hospitales del mundo, recibiendo por respuesta unas paternalistas palabras (en el mejor de los casos) que asocia tu dolencia con una mala gestión de esa obesidad que padeces, que se debe a tu desaforada ingesta de bollería industrial, fritos, kilos de dulces y un quintal de carbohidratos de los que no eres capaz de prescindir
Describes los síntomas del Lipedema
Y ahí estás tú, intentando explicarle a esa doctora, endocrino o especialista vascular que ese no es tu caso, que hace años que no comes fritos, que el azúcar está totalmente desterrado de tu dieta, que las frutas y verduras son la base de tu alimentación sana, muy sana, y que no te explicas la razón por la que no adelgazas un gramo, porque, además, caminas 1 hora al día, vas al gimnasio y los fines de semana vas a la montaña.
Pero ellos siguen a lo suyo, registrando los datos que les encajan con su nulo conocimiento de esta nueva patología para después sentenciar sobre tu dolencia. Entonces levantan la cabeza del tecleado del ordenador y con una mirada de desdén y superioridad te prescriben una terapia psicológica grupal o que te dirijas a la enfermera para que te paute una dieta.
Te culpan a tí de tu enfermedad (porque no se han actualizado)
Pero, oiga, qué creo que tengo lipedema, les dices tú, que me duelen muchísimo las piernas ¿no tendrían que hacerme alguna prueba? ¿Conoce usted esa enfermedad?
Y no hay respuesta, tan sólo una mirada lánguida de aburrimiento que espera a que te levantes y te vayas. Pero tú, en tu desesperación, sintiéndote culpable porque no sabes si será culpa tuya sacas – de ese último resquicio de autoestima que te queda – fuerzas para insistir, porque sabes que si sales por esa puerta sin una solución para tu problema estás perdida.
Casi imploras ayuda pero ahí siguen, erre que erre, con la obesidad
Lo cierto es que a ti te duelen las piernas que es un horror. Se te hinchan sin motivo aparente tan pronto como hace algo de calor. Te salen hematomas por todas partes sin encontrar explicación a qué los ha provocado. Sientes la grasa dura colapsándote piernas y brazos y notas que tu cuerpo está descontrolado, por dentro y por fuera. Y ya no vas a la piscina, porque tus piernas están algo (o mucho) deformadas y el verano no es solo un calvario de calor y dolor, si no un reto a tu amor propio, que va desapareciendo con cada año que pasa sin que un solo profesional te haya dado una solución para todas esas dolencias que describes.
Y ahí sigues tú, casi en el matadero de la culpabilidad, y vuelves a preguntar, ahora con una vocecita que va perdiendo fuerza, y ese profesional que no se ha actualizado en años, te responden que lo que te tienes que tomar más en serio tu problema de sobrepeso, que ya está rozando la obesidad severa. Y te da los buenos días y te larga de la consulta con una fría mirada de hartazgo.
Y ahí estás tú, una vez más, en este viacrucis de obtener un diagnóstico que no llega, en el pasillo de un ambulatorio o un hospital, con la ira subiendo y bajando como el fuego por todo tu cuerpo y con unas ganas tirar la toalla o llorar que no se pueden aguantar.
¿Y ahora qué hago?
Pues armarte de paciencia y fuerza y no dejar que una larga lista de profesionales desactualizados sean los responsables de que no recuperes tu salud y calidad de vida y llegues a los sesenta con movilidad reducida y con muchas posibilidades que tu esperanza de vida sea mucho más reducida que la de los demás.
Y te lo digo de corazón, no lo dejes, porque la enfermedad avanza, lenta pero segura, y si aún eres joven no puedes ni imaginar lo limitante que puede llegar a ser. ¡No lo dejes! Y te lo dice una mujer que ha superado la barrera de los 50 y sabe bien de lo que habla.
Y no olvides, que si tus dolencias encajan con estos síntomas y todos los que has leído en muchas otras publicaciones, redes sociales o noticias de internet es casi seguro que padezcas esta patología. Y si eso es así recuerda que ¡tú no estás “gorda”! Tú tienes Lipedema y eso es una enfermedad
Te damos algunas pautas: regístrate en el circuito diagnóstico.
Seguro que esta historia te suena, has pasado por algo similar, una o muchas veces, y quizá ahora estés perdida sin saber muy bien qué pasos dar. Y cómo sabemos lo dificil qué es – máxime sin saber qué profesionales son los que tratan esta enfermedad – le pedimos a nuestra fisio que nos explicase qué pasos hay que dar para obtener un diagnóstico y cuáles son las especialidades que podrán hacerte pruebas. También nos contó cuáles son las pruebas indicadas para diagnosticar lipedema y algunas otras cosas interesantes.
Así que si quieres saber cuál es el circuito del diagnóstico de Lipedema resgistrate en esta video clase gratis del circuito diagnóstico >>
Inténtalo una y otra vez hasta que tengas un diagnóstico ¡Y no lo dejes pasar!
Esperamos que te sea de utilidad y si conoces a alguien que creas que tenga este problema házselo llegar también.
Te seguimos contando.
Un saludo
Lara Carrasco